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Marcas de indumentaria bajan precios hasta 40% por la apertura comercial: ¿Qué es el principio de Menger?

La eliminación de aranceles impulsada por el gobierno obligó a las marcas de ropa a bajar precios para no quedar fuera del mercado. Detrás del fenómeno está un principio económico clave: el valor no lo fija el costo, sino el deseo del consumidor.

La apertura comercial implementada por el gobierno de Milei ya está generando cambios visibles en el sector textil. Ante el ingreso masivo de prendas importadas, muchas marcas argentinas comenzaron a bajar sus precios de manera significativa. Algunas reducciones llegan al 50% respecto a las listas de principios de 2025. El nuevo escenario cambió las reglas del juego: ahora competir ya no depende de protegerse, sino de ofrecer valor real al consumidor.

Equus anunció rebajas de hasta 40%. Etiqueta Negra, que importa más del 80% de su stock, ajustó un 10%. MOM Sport, con presencia en Argentina y EE.UU., bajó un 50% para dinamizar ventas. Otras marcas como Rapsodia y Babycottons también acomodaron precios, alineándose con valores internacionales.

Según ProTejer, en el primer trimestre del año las importaciones textiles crecieron más de 100% interanual. La industria nacional cayó a representar solo el 33% del consumo textil, el nivel más bajo desde 2015. Además, los precios de la ropa subieron solo un 92% entre diciembre de 2023 y marzo de 2025, frente a una inflación del 136%.

Esta reacción del mercado puede explicarse a través de un principio económico clásico: el principio de imputación de Carl Menger. Este plantea que el valor de los bienes no está determinado por su costo de producción, sino por la utilidad que les asignan los consumidores. Si algo no se percibe como valioso, su precio cae, aunque producirlo haya sido caro. En una economía abierta, esta lógica se impone con claridad.

El cambio también revela la estructura de precios en la industria: solo el 8% del valor de una remera premium corresponde al costo industrial. El resto se reparte entre impuestos (50%), alquileres, marketing y comisiones financieras (42%). Con menores costos de importación y más competencia, las marcas debieron adaptarse o resignarse a perder mercado.

Con precios más bajos, los consumidores ganan poder de compra y pueden destinar ese excedente a otros bienes o servicios, impulsando el consumo en otros sectores de la economía argentina. Sin embargo, esta mayor eficiencia tiene un costo: el empleo en la industria textil local enfrenta riesgos concretos de contracción. La caída en la producción nacional podría derivar en cierres de fábricas y pérdida de puestos de trabajo. El desafío será cómo equilibrar beneficios para el consumidor con protección al empleo formal.

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