Un informe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA) revela el peso de los impuestos en tres productos clave de la mesa argentina: por cada cuatro kilos de pan, uno es de impuestos; por cada kilo de carne, 250 gramos son tributos; y en la leche, un cuarto del precio corresponde al fisco.
La Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA) presentó su último informe sobre la composición de precios en productos esenciales del consumo argentino: pan, leche y carne. El estudio pone en números una realidad cotidiana: una parte importante del precio que pagamos en góndolas y mostradores corresponde a impuestos.
Según FADA, en el pan, el 24% del precio son impuestos, el 16% ganancias y el resto costos. En otras palabras, cada cuatro pancitos, uno es íntegramente para el Estado. Además, el trigo representa apenas el 8% del precio final, y desde que sale del campo hasta la panadería, el precio se multiplica por 12.
En la leche, los impuestos trepan al 26%, las ganancias son del 7% y los costos del 67%. Es decir, por cada sachet de leche que compramos, pagamos un vaso de impuestos. El precio de la leche se multiplica por 3,5 veces desde el tambo hasta la góndola.
En la carne, los impuestos también representan un 25% del precio final, con 15% de ganancias y 59% de costos. Traducido: por cada kilo de carne que compramos, 250 gramos son impuestos. El precio de la carne se multiplica a lo largo de la cadena: la cría representa el 28%, el feedlot el 24%, el frigorífico apenas el 2%, la carnicería el 21% y el resto lo capturan los tributos. En total, explica FADA, 1.000 de cada 4.000 pesos que pagamos en estos alimentos son impuestos, y el 75% de esa carga son tributos nacionales.
El informe cobra aún más relevancia en un contexto donde una nueva norma de transparencia fiscal obliga a los comercios a detallar en los tickets y góndolas el precio con y sin impuestos, lo que empieza a hacer visible este peso impositivo para los consumidores.
Los datos de FADA reflejan cómo la carga impositiva impacta directamente en el precio de los alimentos básicos, en un país donde la inflación y la caída del poder adquisitivo ya condicionan el acceso a la canasta básica. Repensar la estructura tributaria sobre alimentos esenciales podría ser clave para aliviar el bolsillo de los argentinos sin comprometer la recaudación.