La agencia de noticias estadounidense sostiene que el IPC argentino está distorsionado por una canasta desactualizada que no refleja los gastos actuales de los hogares, subestimando el verdadero aumento de precios
La narrativa del “milagro inflacionario” que el gobierno de Javier Milei busca instalar recibió esta semana un golpe desde el exterior. Una nota de opinión publicado por Bloomberg, una de las agencias más influyentes del mundo financiero, aseguró que la inflación en Argentina debería ser más alta de lo que muestran las cifras oficiales, debido a que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) que elabora el INDEC está “distorsionado por elementos obsoletos”.
Según la nota, que cita fuentes técnicas y datos del propio organismo estadístico, el IPC argentino todavía incluye productos y servicios que ya no forman parte de los patrones reales de consumo, como teléfonos fijos, cigarrillos y periódicos impresos, mientras que subrepresenta rubros clave en la vida cotidiana de la mayoría de los hogares, como los alquileres, los servicios de streaming, la educación privada y la medicina prepaga.
Uno de los puntos centrales del informe es que, durante los primeros 15 meses de gobierno de Milei, los aumentos más marcados no se dieron en los alimentos, sino en rubros como alquileres (que subieron un 240%), internet (casi 100%), y tarifas de servicios públicos, entre otros. Sin embargo, estos rubros tienen un peso menor en la canasta que calcula la inflación oficial, lo que lleva a una subestimación sistemática del verdadero impacto de la suba de precios.
La última vez que se actualizó de forma integral la canasta del IPC fue hace casi dos décadas, lo que implica que los hábitos de consumo que reflejan los datos actuales responden a una Argentina que ya no existe. En ese sentido, Bloomberg advierte que la falta de actualización no es solo un problema técnico, sino que puede tener implicancias políticas y económicas: desde decisiones de política monetaria hasta negociaciones salariales y tarifarias se basan en esos datos, que podrían estar reflejando una inflación más baja de lo que efectivamente ocurre en los bolsillos.
Si bien el Gobierno anunció que tiene previsto lanzar una nueva encuesta de gastos de los hogares y modernizar la estructura del IPC, pasando de 320.000 a 500.000 precios relevados y sumando más informantes, todavía no hay una fecha concreta para su implementación, y el propio INDEC, a cargo de Marco Lavagna, ha demorado ese cambio que ya estaba previsto desde antes del cambio de gobierno.
Esta no es la primera vez que se señala que el índice actual juega un rol político. La inflación es hoy el dato más vigilado por el gobierno libertario, que lo presenta como el principal símbolo de éxito en su programa de ajuste. Por eso, mantener el indicador en baja sirve para sostener el relato de desinflación en medio de tensiones políticas, negociaciones con el FMI y una economía aún muy frágil.
El propio presidente Milei llegó a decir, semanas atrás, que la inflación era “técnicamente cero” cuando el índice marcaba 2% mensual y el crawling peg (la devaluación controlada del peso) también era de 2%. Sin embargo, en febrero, el crawling se redujo al 1% y la inflación subió al 2,4%, desafiando su propio argumento y mostrando que el proceso no es tan lineal como se había planteado.
Bloomberg cierra su artículo con una advertencia clara: mientras no se actualice la canasta de bienes y servicios que mide el IPC, los datos oficiales seguirán lejos de reflejar la inflación que viven los argentinos todos los días. Y eso, tarde o temprano, podría erosionar la credibilidad de las cifras oficiales y del propio plan económico.